EL DÍA EN QUE EL NORTE SIGUIÓ SIENDO NUESTRO

Imaginamos que ese 24 de setiembre de 1812 el hombre sin duda debe haber estado pensativo y ansioso.

Luego de retroceder desde Jujuy hasta San Miguel de Tucumán, las órdenes dadas por el Triunvirato era seguir bajando hasta Córdoba para recién ahí hacer frente a los realistas comandados por Pío Tristán.-

Había desobedecido y eso, con el incluyente secretario Bernardino Rivadavia le iba a traer severas complicaciones como ya las había tenido de su anterior campaña a Paraguay.-

Ahí estaba con sus hombres en el Campo de Las Carreras dando sus espaldas a San Miguel y el frente a los 3.600 soldados españoles que avanzaban hacia a ellos.-

No era militar y por eso su desobediencia a órdenes directas no debería sorprender.

Es que los tucumanos se mostraron muy dispuestos a colaborar en la defensa de la ciudad, habían

aportado como complemento de sus tropas unos criollos entusiastas pero bisoños en el arte de la guerra.

El Ejército del Norte venía castigado desde el Alto Perú ya que las derrotas de Huaqui y Sipe Sipe habían puesto a la tropa patriota en retirada. Reemplazó a Juan Martín de Pueyrredón y se esmeró en reorganizar las filas.

Apenas unos días atrás el 5 de setiembre habían tenido la pequeña victoria de Las Piedras frente a las tropas de Huici que venía acosando su retaguardia y eso había retemplado el ánimo de la tropa.-

Con astucia simuló seguir para Santiago del Estero y eso confió a los españoles permitiendo el apresamiento del citado Huici.-

Ahora no había dudas ahí, en ese lugar, se jugaría el Brigadier General Manuel Belgrano la defensa del noroeste de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Y empezó nomás la primera batalla contra los españoles en nuestro suelo.-

Los españoles los superaban en número y en armamento, pero la larga marcha por la tierra arrasada que desde Jujuy el éxodo les había dejado, unido a la pequeña victoria de Las Piedras había minado el espíritu de los españoles. Ya no era perseguir a un ejército desarrapado sino que tenían que enfrentarlos en batalla.-

Consecuencias de la Batalla de Tucumán

El 5 de Octubre se enteró Buenos Aires del triunfo obtenido, poniendo nuevamente de relieve los dotes de liderazgo y los servicios prestados a la causa por Belgrano, mientras que al mismo tiempo era la gota final de desprestigio en que caía el Triunvirato por su conducción inoperante de la revolución guiado por las decisiones de su hombre fuerte: Don Bernardino Rivadavia. Inmediatamente y como consecuencia de la misma el 8 de Octubre se produjo

una asonada interna encabezada por los principales líderes militares y jefes de milicias -entre ellos el Comandante de los Granaderos a Caballo José de San Martín- y conducida entre bambalinas por la Logia de los Caballeros Racionales luego conocida como Logia Lautaro, que demandó la renuncia del Triunvirato y el recambio de los hombres del gobierno, lo que motivó la elección de los nuevos triunviros conformándose el Segundo Triunvirato que comenzó a funcionar bajo la égida de la Logia con el mandato de encauzar la revolución y llamar a una Asamblea General Constituyente para declarar la independencia y formar gobierno. Así, la victoria de Tucumán retempló los ánimos en todo el Virreinato, dando un n uevo impulso a la revolución allanando el caminó hacia la Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán (16/09/1816), la puesta en marcha del plan de liberación continental sanmartiniano y la definitiva emancipación americana. Al decir de Mitre: “Lo que hace más gloriosa esta batalla fue no tanto el heroísmo de las tropas y la resolución de su general, cuanto la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana. En Tucumán salvóse no sólo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana. Si Belgrano, obedeciendo las órdenes del gobierno, se retira (o si no se gana la batalla), las provincias del Norte se pierden para siempre, como se perdió el Alto Perú para la República Argentina”.